¿Sabes cuál es el origen de la croqueta?

El origen de la croqueta parece venir de la mano del chef francés Antonin Cáreme cuando este plato, tan actual hoy en día, entró a mediados del siglo XVIII en las cocinas nobles, eventos, fiestas y banquetes. Por esta razón, una de las primeras manifestaciones fue la croqueta «á la royale«.

Aunque sea de origen francés es más popular en Sicilia, en los Países Bajos y sobre todo en España, donde puede comerse como acompañamiento, plato principal, entrante o tapa.

Existen diferentes variantes de las croquetas dependiendo del contenido, que suele consistir en taquitos de jamón, bacalao, etc. son conocidas en gran parte del mundo y casi cualquier gastronomía tiene alguna variante: en la cocina japonesa se denominan Korokke (コロッケ), en la cocina holandesa kroket. En la cocina alemana y la belga son muy populares las de patata. También se hacen croquetas sin bechamel, usándose en estos casos otras masas tales como patata hervida, boniato, arroz.

Su forma y su relleno ha evolucionado, creando alternativas y sabores sorprendentes, en los que la carne, el pescado o la verdura pueden incorporarse formando desde un plato perfecto para acompañar un segundo a ser un principal irresistible.

La «croquette» nace con el deseo de apostar por algo diferente, sabroso y fácil de presentar pero también, como una forma de aprovechar lo que sobraba de otras comidas como el cocido o el estofado.

Ojo en Argentina, aquí se llaman croquetas (por lo crocantes) a unos bollos casi al modo de albóndigas fritas preparados con arroz o con acelga o  espinacas previamente hervidos y luego aglutinados con huevo batido antes de ser fritos en una sartén. Suelen ser parte del plato principal, siendo frecuentemente acompañadas con ensaladas.

Tampoco nos debemos confundir con la croqueta a la Iniesta 😉

Receta

Según la Wikipedia: La base de las croquetas suele ser de bechamel, que siempre se mezcla con otros ingredientes en cantidad abundante, típicamente trocitos de jamón, pollo picado o pescado, y a menudo además con algunas verduras hervidas y aplastadas con un tenedor. Se pueden hacer croquetas de cualquier ingrediente o cualquier mezcla de ellos: espinacas con pasas y piñones, jamón cocido y queso, calamares, gambas, etc.»

Primero hay que cocinar el ingrediente o los ingredientes principales de la croqueta, por ejemplo el pollo y las verduras. Seguidamente se mezcla con  jamón picado y una bechamel espesa, que a continuación se deja enfriar. Se toman porciones (una cucharada sopera, aproximadamente) de pasta y se les da forma, a menudo ovalada, rodándola entre las dos manos o con la ayuda de dos cucharas.

A veces, pero no siempre, se enharinan primero y se sacude la harina sobrante. Se bañan en huevo batido y se cubren siempre generosamente con pan rallado. Después se fríen en una sartén con abundante aceite muy caliente, hasta que estén doradas. Finalmente se escurre el aceite sobrante sobre una rejilla o sobre papel absorbente.

El aceite debe ser abundante (las croquetas deben «nadar» en él) y estar muy caliente para que se forme una capa fina e impermeable a su  alrededor, de manera que no entre aceite en el interior pero el exterior sea crujiente. Las croquetas se pueden conservar en el congelador, bien sea antes o después de fritas.

Pero si queréis investigar nuevas formas de croquetear desde este enlace podéis ver 19 formas de hacer croquetas.

En cualquier caso, un buen relleno, con  sabor pero sin excesos, una bechamel suave y muy cremosa (casi liquida en ocasiones) y un rebozado ligero y crujiente son las claves para conseguir una croqueta diez.

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